En resumidas cuentas: cada vez que alguien compra una camiseta, al fabricante le quedan 17 euros, al vendedor en torno a 30 y al club en torno a cinco, con la salvedad de que los equipos, además, firman contratos millonarios con los fabricantes por vestirles. El fabricante cobra a la tienda 32,34 euros por unidad, asegurándose un margen del 19% del precio final. En total, que una camiseta acabe en la tienda cuesta 17 euros, pero este no es el precio mayorista.
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Esta última forma nos remite a la manera en que Fabrizio Ravanelli solía celebrar un gol, él que fue el primero en tener la idea de arrancarla llevándola en la cabeza. Y añadió: “Un jugador debe ser amonestado, aunque no se valide el gol, si se quita la camiseta o se cubre la cabeza con ella”. Hoy en día una buena camiseta de fútbol supera los 100 mil pesos, camiseta de la selección española mínimo.
