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Altivo como nadie, remató hacia atrás y entró el balón en la portería, muy lento, casi con rencor, de la forma que más daño hace. El partido comenzó como todas las finales, un magma feo, tenso e impreciso donde el talento se desespera y se daña contra el balón, tan afilado que hiere. Un Real poderoso pero herido, sin mediocentro disponible (Xabi no estaba) y con un portero al que se le había caído el ángel y que manoteaba nervioso contra la historia.